La frase “menos es más” suele repetirse como un mantra o una ley dentro de distintos colectivos y significa el uso únicamente de lo esencial. En diseño, es utilizar únicamente elementos que formen parte del mensaje, y omitir aquellos cuya función sea meramente ornamental, para generar un impacto efectivo en el público objetivo, quien muchas veces no cuenta con tiempo suficiente para detenerse a ver detalles o cuya atención es captada al ver algo distinto a todo lo demás. Sin embargo, esta corriente prácticamente tallada en piedra para muchos diseñadores debe ser tomada con la cautela que corresponde, pero vamos al principio.
¿Cómo surge el “menos es más”?
Esta afirmación se origina con el arquitecto alemán Ludwig Mies Van Der Rohe, a quien se le atribuye esta frase y la divulgación de sus ideas acerca de la pureza de las formas, mientras era director de la Escuela de Arte y Diseño de la Bauhaus, en Alemania. Posteriormente se convirtió en uno de los representantes de la corriente minimalista que crecía al inicio de los años 60 en Nueva York.
¿Cuáles son sus ventajas?
Como mencionamos al inicio, la abstracción de algunos elementos genera un mensaje concreto y directo que comunicar, sin elementos distractores que puedan distorsionar la intención del mensaje. Asimismo, tiende a lograr una mejor recordación al contar con pocos elementos, debido a que los detalles son más difíciles de retener. En el ámbito digital, un valor adicional es su capacidad para ser adaptado a diferentes formatos con mayor facilidad, el conocido diseño responsive.
Hasta ahora todo bien, entonces ¿cuál es el problema?
Ninguno, aparentemente, porque las ventajas mencionadas son reales y está demostrado que su aplicación en el diseño gráfico tiene una respuesta positiva en el público. Sin embargo, el problema surge cuando se piensa en el minimalismo o el “menos es más” como el estilo a utilizar desde incluso antes de la conceptualización, y no como parte de la solución al final del proceso.
El pensar de antemano en el minimalismo como la fórmula para cada una de las necesidades de comunicación visual termina siendo una obstaculización. Esto porque se podría estar anteponiendo gustos, en su mayoría subjetivos, antes que una solución objetiva para entablar una comunicación clara con el público objetivo de la marca.
Tras un proceso de investigación y briefing, el diseñador puede llegar a la conclusión de que el mercado al que apunta el producto ha sobreexplotado el estilo minimalista y quizá el estilo maximalista con un mensaje visual mucho más potente tenga un impacto más efectivo.
Otro punto adicional a tener en cuenta es la falsa creencia de que el minimalismo, al constar de elementos puntuales, es simple y fácil de aplicar. En realidad, es necesaria tanto una formación académica adecuada como una trayectoria profesional para conseguir dominar esta corriente. Después de todo, estamos hablando de transmitir conceptos tan complejos y variados como las emociones de forma intensa a través de elementos tan básicos como pueden ser líneas y puntos.
La complejidad de aplicar el minimalismo
Cuestiones como la recepción y la memoria poseen una complejidad que no podría limitarse únicamente a menos elementos como único modo de recordación. El director del Centro de Neurociencias de Sistemas de la Universidad de Leicester (UK), el físico Rodrigo Quian Quiroga, señala que «poseer más o menos recordación es un tema de interés y consolidación«. Esto se refleja en evaluar detenidamente el mensaje de fondo para que sea de interés, pues la solución gráfica puede ser correcta pero si el mensaje no es el adecuado para el público objetivo este será olvidado. Asimismo, es necesario un plan de comunicación que ofrezca varios puntos de contacto con el público y así obtener un posicionamiento en la mente del consumidor. El diseño gráfico es parte de una serie de factores que deben ser coherentes entre sí para lograr un mensaje integrado.
Luciano Cassisi, diseñador gráfico especialista en branding, comenta que el minimalismo «nació como una oposición a los dogmas establecidos en aquel momento, cuestionándolos con el fin de explorar nuevas alternativas que presenten mejores beneficios en comparación a las corrientes ya existentes». Actualmente, el minimalismo lleva más de cincuenta años en vigencia y un par de décadas siendo aplicado en el diseño de marcas. Poseemos el conocimiento y las herramientas para conseguir información que convertir en un mensaje de valor hacia el público al que se busca llegar. Por eso, es importante mantener la objetividad e independizarse del dogma actual que sería optar solo por el minimalismo. En palabras de Cassisi : «Menos cuando conviene menos, más cuando conviene más».